Nuestra inspiración para el programa Nómadas está instalada en nuestros cuerpos y conciencias desde siempre, está en nuestro ADN, simplemente somos Nómadas. Con una idea y necesidad de abrir la mente y el corazón a culturas, saberes, significados diferentes, convencidos de que en este encuentro de lo nuestro y lo vuestro, está el verdadera interser, el verdadero encuentro.
Hemos aprendido a ser Nómadas del alma también, reactualizando este ADN, en el mismo momento que nos dimos cuenta, que la psique humana está transitando un permanente viaje hacia las profundidades de la conciencia y del amor a la vida.
Y hoy queremos hablar de la última edición de Nómadas: Guna Yala. Escucha profunda a los Guardianes de la Tierra, la cual soñamos y diseñamos junto a Claudio con mucho amor, con una gran alegría del corazón y con un respeto profundo a los seres humanos que nos recibirían en cada momento, transmitiendonos su relación con la naturaleza, con Pachamama, con el océano, con los elementos y los seres visibles e invisibles con los que conviven.
Sentimos desde el inicio que el proceso lo debíamos focalizar en la escucha profunda desde el corazón, en ir abriendo los sentidos, la mente, las emociones, el cuerpo a esta posibilidad de encontrarnos con algo nuevo, imprevisto, mágico Y en este punto también afloraba en nosotros una sensación cercana al miedo, al saber que como facilitadores/guías no tendríamos todo el control que nos gustaría tener, en un proceso de transformación en la tierra de realismos mágicos.
Estaríamos en Abya Yala señoras y señores: Tierra en plena madurez o tierra de sangre vital, como han denominado los Guna a este continente.
Y así dimos inicio a nuestro Nómadas 2020, con todas las emociones y las conciencias a flor de piel, tuvimos muchas charlas con el guía local, Víctor Vélez, que más que guía sabíamos que sería el alma del viaje, el contador de historias que nos introduciría amorosamente en esta nueva tierra. Empezamos a observar y a escuchar la composición del grupo. Se iban sumando mujeres potentes catalanas, vascas y suizas, en esta aventura que prometía además de una reconexión profunda con la naturaleza y sus culturas ancestrales, todo un encuentro con el sol caribeño, las islas, el mar, los cocos y el color de las Molas Guna [1].
La primera parada fue Necoclí. Tierra de mi corazón, en donde viví en la casita del palo de mango en Frutales hace más de 20 años. En dónde me rendí al amor del Urabá, sus luces y sus sombras, sus alegrías inmensas y el miedo profundo ante muchas situaciones de orden público que no viene al tinte hablarlas aquí, pero que han sido básicas para construir en mi imagen este país amado que es Colombia, viviéndolo como la polarización de la vida y la muerte, la belleza y el miedo a cada paso.
Allí en Necoclí las encontramos a ellas, a las Nómadas. Venían de Europa directamente a Necoclí, felices, ilusionadas, amigas ya en el camino. Toda una poesía, un sueño que se cumplía. Posibilitar que personas de diferentes lugares puedan conocer estas tierras que amamos y que puedan vivir las mismas experiencias que ya había tenido en mis años de transitar por este mar.
Ya en Necoclí conocieron al guía, a Víctor, un ser con una conexión profunda con la vida, con su territorio, con el amor y el deseo de transmitir belleza y pasión a quienes lo rodean. En este primer momento, Víctor nos contextualiza con lo que nos encontraríamos, en un lenguaje tan bonito, que mis lágrimas brotaban, felices.
“Si no has visto nunca la felicidad… la va a conocer cuando veas a los niños de Guna Yala”. Esa fue la frase perfecta para conmovernos y ansiar continuar con el viaje.
Toda esta noche dormí con esta frase acompañada de la melodía del mar caribe en mis oídos. Partimos muy temprano en una lancha muy pequeña para San Francisco – Chocó, y la felicidad se convirtió en dolor. Ya en este primer recorrido marítimo, mi coxis, mi columna, recordó que el mar tiene sus emociones. Y si que estaba bravo, rebelde, inmenso, turbulento, y así nos daba la bienvenida a la nueva tierra, a Guna Yala.
Yo como facilitadora y guía de la travesía quería decir algo, dar algunos consejos útiles, cómo respirar, cómo aflojar el cuerpo para no sentir el dolor de cada golpe de la lancha en las olas. Pero otra potente voz en mi, segurísimo que la voz de la mar, me decía: “Es un proceso individual, cada una debe atravesar este camino. Tus formas, tus consejos te sirven a ti, solo a ti. Cada una tiene su forma de acomodarse, de transitar el dolor, de calmar su miedo, de hablar y escuchar a la mar”. Y me callé, y quise sentir profundamente a la mar, su potencia, su presencia en mi vida.
Y fue un recorrido en donde el tiempo de Kairós [3] habló: pasado-presente-futuro danzaron juntos, amándose, entrando y saliendo en miles de dimensiones y universos. Esto ya empezó, el proceso será duro, doloroso, pero hermoso y profundo para todas nosotras.
Y mágicamente llegamos al paraíso, al Vaivén de las Hamacas, la casa de Víctor en San Pacho, en donde su esencia, su arte, su construcción, su familia, su comida, nos esperaba para sentirnos parte de esta tierra, para sentir la magia de los árboles, de las plantas, del viento. Ya sabíamos desde nuestras mentes de diseñadores, que este día sería muy importante, un pequeño oasis de felicidad, antes de zarpar de nuevo.
Visitamos Bahía Triganá. Caminamos, reímos, nos bañamos, saboreamos la deliciosa cocina del Vaivén. Conocimos a Miguel, el hombre medicina, el curandero de mordeduras de serpientes, que ha salvado a más de 106 vidas humanas, con su conocimiento de las plantas y su buen ojo clínico. Miguel ahora, más que curandero es guía turístico, y más que guía es Maestro.Lo acompañamos en el recorrido por el río, descubriendo las bondades y magias de cada planta, que si para el resfrío, que si para el dolor de cabeza, que si para el mal de amores. Pero bueno dejaremos esta lección para un nuevo post.
Visitamos también el lugar en donde soñamos que sea el Instituto de Ecopsicología Colombia, el centro Abya Yala para el despertar de la eco-conciencia. Queríamos que nuestras nómadas sintieran este espacio, pisaran su suelo y su esencia. Claudio nos guió un ejercicio de escucha profunda con dos magníficos árboles de mango que están en el centro del espacio. Mi corazón retumbaba. Hay ciertas cosas que me hacían no estar 100% segura de esta decisión del Instituto en este lugar. Y simplemente escuché al alma del árbol: “Aquí los necesitamos… hay tanto que soñar para las nuevas generaciones, para la tierra”. Ohhh era la respuesta, simple y rotundamente.
Y aquí inició para mí el viaje del alma, no del cuerpo, ni de la intención, si no de la certeza, de la claridad en el camino.
Pero aunque todo esté muy claro, no todo es fácil.
Partimos al segundo día, poniendo la meta en llegar a Guna Yala, al archipiélago de San Blas en Panamá, sabiendo que nos esperaban sorpresas y algunas piedras oleadas en el camino. Amanecimos con mar de leva y nosotras tan pequeñas en este mar. Tendríamos que llegar a Puerto Obaldía, para hacer migración y pasar la frontera y ahora si, encontrarnos con el agua tranquila y cristalina del mar de San Blas. Y por supuesto, no lo olvidemos, encontrarnos con nuestros hermanos los Guna Yala.
Y si ya sonaba complejo este recorrido, la realidad lo superó. Los umbrales de paso se resistía a abrirse. Nos pedían mas intención, mas visión, más… escucha.
El mar nos sobrepasó a nosotras y a los capitanes, cada uno en su posición, en su rol, sintió el miedo, el dolor, la preocupación. Llegamos con retraso a Puerto Obaldía después de una parada imprevista y necesaria en Sapzurro. Y allí el umbral de lo humano, nos impidió pasar. Podían pasar las europeas, pero los colombianos (Víctor, el capi y yo) no podíamos hacerlo. Simplemente por burocracia, por puertas entrecerradas, por no haber actualizado el procedimiento de migración.
Yo estaba con Víctor en la oficina de migración y sencillamente nos decían que no podíamos pasar, no teníamos todos los requisitos necesarios para hacerlo. “NO PUEDEN IR A LA TIERRA PROMETIDA GUNA YALA”. El No retumbó en mi con mucha violencia. Los locales no podíamos pasar, las extranjeras si podían aunque con ciertas condiciones. Todo se me derrumbó, lo que había prometido en el viaje Nómadas no se cumpliría. Y afloró en mi la impotencia, la tristeza, la vergüenza. Y me permití llorar, sentirme que había fallado, disculparme, reconocer mi error, mi vulnerabilidad.
Y al mismo tiempo me permití sentir el apoyo, y la mirada compasiva y amorosa de las Nómadas. Gracias por ser Nómadas, amigas y brujas, por entender que la magia no siempre es suave, a veces es muy dolorosa y gris.
Y claro ellas no se quedarían así, lo intentaron, regresaron donde el agente de migración y pidieron para que se nos diera la posibilidad de pasar. Y valiéndose de sus realidades de madres, visitantes, soñadoras, lograron el permiso de traspasar la frontera humana.
Aunque el otro umbral no se abría, el de la naturaleza del océano, Yemayá no quería dejarnos pasar hasta Guna Yala. Y la escuchamos a medias, con miedo, dándole tiempo, implorándole internamente por este permiso que nos haría muy felices. Pero no, la mar, a diferencia de la razón humana, nos dijo que no, que ese no era el camino en esta ocasión.
Y en ese borde de decisión, de escucha y no escucha, ocurrieron muchas cosas, cada una estábamos en nuestro proceso de vulnerabilidad, de rabia, de frustración por promesas no cumplidas, de añoranzas familiares, de darse cuentas profundos y enormes como esas grandes olas con las que convivimos. Y si, pudimos escuchar la sabiduría nativa, la sabiduría de la vida de cada una de nosotras, la vulnerabilidad y el poder personal, el amor y el respeto a cada miedo e ilusión de vivir, y decidimos no entrar al mar, no ir a Guna Yala.
Y cuando todo está perdido, simplemente toca confiar en el realismo-mágico y entender que lo mejor está por venir. Y es que de repente un ángel humano nos mostró la posibilidad de ir a Almira, otra de las comunidades Guna Yala de la tierra. Lo asumimos en grupo como un paso más en el camino: vamos, conocemos, saludamos y nos regresamos hacia el Vaivén de las Hamacas. Listo, todo resuelto.
Aún no habíamos escuchado, que el umbral de la tierra se nos abrió. Llegamos a Guna Yala. Almira era el punto de llegada.
Y allí en esta Comunidad inesperada, cada mirada, cada palabra, cada mola, cada ser que nos encontramos fue perfecto. Nos abrieron el umbral de su corazón, pudimos saborear de su territorio, de su río, de sus saberes, del conocimiento ancestral de Pachamama, de la conciencia ecológica ampliada, grande, reforestada que han tenido por años y que conservan y aman.Pudimos compartir las palabras sabias de Nacho, el traductor de Sailas, quien sabe los idiomas antiguos, quien viven entre dos mundos entre lo nuevo y lo viejo, occidente y oriente, el dinero y el compartir en comunidad, las antiguas tradiciones orales y las nuevas realidades emergentes.
Pudimos acercarnos a la familia de Fernando, hombre ciego, guía, traductor, padre amoroso, esposo respetuoso, anfitrión fantástico.
Conocimos a los Sailas, máximas autoridades de las comunidades Guna Yala, quienes reactualizan el aliento del espíritu a través de los cantos, acostados en sus hamacas en el centro del Congreso, nos van contando sus historias de origen, sus historias de cuidado y escucha a la naturaleza.
Pudimos respirar el mismo aire de la Nele, mujer medicina, mujer color, mujer que ve más allá de sus ojos humanos, que se comunica con el submundo a través del aroma del cacao y con seres que pueden darnos los mensajes sobre nuestra salud personal, comunitaria y del mundo. Hablaremos más de esto en otros post, porque hay mucha mas sabiduría por compartir.
Y pudimos conocer a las mujeres tejedoras de molas, que escuchan las canciones e historias de los Sailas y las plasman en estos lienzos llamados Molas, que son la historia pura de este pueblo. Color, tejido, corazón, historia re-creada en manos de mujeres.
Recorrimos el río, sus claros, sus obscuros, su barro, su agua calma, opuesta completamente al mar.
Y si pudimos acercarnos al significado de la felicidad al ver a los niños y niñas jugar, nadar, reír.
INFINITAS GRACIAS
Gracias guardianes y guardianas de este pedacito de tierra.
Gracias Víctor y Capi por su fuerza y amor.
Gracias a Claudio, por ser más que compañero, por ser cómplice amoroso.
Gracias Mujeres Nómadas por vuestros sueños, por vuestros cuerpos doloridos y emocionados.
Gracias a los umbrales que se cierran y a los que se abren.
Gracias a Abya Yala por esperarme.
[1] Mola: Arte textil tradicional realizado por las mujeres Guna Yala. En: https://es.wikipedia.org/wiki/Mola_(arte)
[2] Créditos Fotos Nómadas: Carme Tena, Nicole Meyer, Lidia Torres, Valerie Gaillard, Conxita López, Carme Cantos, Nuria Prenafeta
[3] Kairós: un concepto de la filosofía griega que representa un lapso indeterminado en que algo importante sucede. Su significado literal es «momento adecuado u oportuno». La principal diferencia con Cronos es que, mientras Kairós es de naturaleza cualitativa, Cronos es cuantitativo. https://es.wikipedia.org/wiki/Kair%C3%B3s