POR: MARIAN RIOS
En el contexto de la situación actual en la Tierra—marcada por una crisis ambiental global y la exacerbación de las polaridades en todos los ámbitos: político, económico, social y espiritual—la esperanza emerge como un concepto multifacético que impacta tanto la psique humana como el bienestar ecosistémico. Este texto pretende examinar tres enfoques de la esperanza desde la perspectiva de la ecopsicología: esperanza activa, esperanza delirante y esperanza pasiva. Estos tres enfoques o dimensiones de la esperanza aparecen como narrativas y realidades en las personas con las que trabajamos y acompañamos, pudiendo ver también sus consecuencias en las emociones y en la salud física y mental de cada uno de estos enfoques.
Vamos a indagar lo que nos dicen autores como Joanna Macy, Theodore Roszak, Margaret Wheatley y Bill Plotkin, analizando cómo cada tipo de esperanza moldea nuestras respuestas emocionales y acciones no solo frente a la crisis ecológica, sino también a la manera de afrontar nuestros dolores y nuestras realidades.
Esperanza Activa
La esperanza activa se caracteriza por un compromiso consciente y práctico hacia la resolución de los desafíos ambientales. Joanna Macy, en su obra Coming Back to Life: The Updated Guide to the Work that Reconnects (2014), propone la esperanza activa como una forma de reconexión con el mundo a través de un activismo consciente y participación comunitaria. Este tipo de esperanza fomenta la resiliencia psicológica al proporcionar un sentido de propósito y conexión con la naturaleza, fortaleciendo así el bienestar ecosistémico mediante prácticas de regeneración y movilización social. Bill Plotkin, en su libro Soulcraft: Crossing into the Mysteries of Nature and Psyche (2003), también enfatiza la importancia de la conexión profunda con la naturaleza para encontrar un propósito y sentido en nuestras vidas, lo cual es fundamental para cultivar una esperanza activa y transformadora.
La esperanza activa nos trae al presente, a la posibilidad que se abre cada día, al accionar desde nuestro contexto y capacidad de influencia. Podríamos decir que es una esperanza realista, basada en un conocimiento profundo de lo que somos, lo que queremos y cómo nos encontramos.
Esperanza Delirante
En contraste, la esperanza delirante se define por un optimismo irracional que niega o minimiza la gravedad de la crisis ambiental, política y espiritual actual, o que exagera las posibilidades e influencia que tenemos cada uno en un mundo complejo como el nuestro. Theodore Roszak, en The Voice of the Earth: An Exploration of Ecopsychology (1995), advierte sobre los peligros de esta esperanza que, al subestimar la realidad del problema y amplificar nuestra influencia, puede generar desconexión emocional, frustración y acciones sin un foco claro o sin la suficiente consistencia, perpetuando así prácticas degenerativas.
Esta forma de esperanza no solo afecta negativamente la resiliencia psicológica al promover una falsa sensación de seguridad, sino que también socava los esfuerzos por abordar las raíces sistémicas de los problemas ecológicos y sociales. Nos pone en un tiempo futuro, que puede llevar al pensamiento mágico y a las acciones desmedidas y caóticas.
La esperanza delirante nos puede llevar a la ecoansiedad, entendida como el miedo crónico a las catástrofe ambientales, una forma de ansiedad que se deriva de observar los impactos del cambio climático y la degradación ambiental. Autores como la psicóloga Caroline Hickman y el ambientalista Glenn Albrecht han explorado este concepto, señalando que la ecoansiedad puede conducir a un profundo sentido de impotencia y desesperanza cuando no se maneja adecuadamente.
Esperanza Pasiva
La esperanza pasiva, por otro lado, se manifiesta en la inacción y la dependencia excesiva en soluciones externas, mágicas y tecnológicas para resolver los problemas actuales. Este tipo de esperanza puede contribuir a la ecoansiedad al dejar a los individuos sintiéndose impotentes y desconectados de los procesos naturales, lo que a su vez afecta negativamente tanto la salud mental como el bienestar ecosistémico. La esperanza pasiva puede exacerbar la ecoansiedad al crear una sensación de dependencia y falta de control. Las personas pueden sentir que no tienen poder para influir en el curso de los acontecimientos, lo que aumenta la ansiedad y la desesperación.
Y entendemos también que la ecoansiedad puede emerger en el marco de la esperanza activa, al manifestarse como una nueva conciencia o una conciencia ampliada de las amenazas ambientales, pero también puede ser un motor para la acción y la transformación. Las personas que experimentan ecoansiedad a menudo encuentran alivio y propósito en actividades concretas que abordan directamente los problemas ecológicos, transformando el miedo en motivación y resiliencia, y avanzando del dolor hacia la Ecoesperanza, entendida como una esperanza realista y fundamentada en la acción concreta y la colaboración, promoviendo una relación recíproca y sana con la Tierra.
Referencias Bibliográficas:
- Albrecht, G. (2019). Earth Emotions: New Words for a New World. Cornell University Press.
- Hickman (2019) in Hoggett. Climate Psychology: On Indifference to Disaster. Palgrave Macmillan
- Macy, J., & Brown, M. Y. (2014). Coming Back to Life: The Updated Guide to the Work that Reconnects. New Society Publishers.
- Plotkin, B. (2003). Soulcraft: Crossing into the Mysteries of Nature and Psyche. New World Library.
- Roszak, T. (1995). The Voice of the Earth: An Exploration of Ecopsychology. Phanes Press