Los territorios nos hablan. Nos acogen, nos llaman, nos toman… o nos expulsan claro que sí. ¿Has tenido está experiencia que una ciudad, un valle, una cuenca, un árbol, un bosque se comunique contigo de alguna manera? ¿O simplemente que sientas que tienes una relación especial con ese territorio?
En Ecopsicología, se reconoce la importancia de la conexión entre los seres humanos y los territorios en los que habitamos. Se considera que los territorios tienen una entidad propia y un espíritu, que se conoce como Genius Loci. El concepto de «Genius Loci» se remonta a la época romana y se utilizaba para referirse a los espíritus protectores o divinidades asociados a lugares específicos. Sin embargo, en el contexto de la ecopsicología moderna, el psicólogo y escritor James Hillman popularizó el término a través de su libro «The Thought of the Heart and the Soul of the World» publicado en 1992. En este libro, Hillman explora la idea de que los lugares tienen un espíritu o alma propia que puede influir de muchas maneras en la psique humana[1]
Entonces estate muy atenta y abierta a que el territorio que en este momento estás habitando te quiera decir algo. Se puede comunicar contigo por diferentes canales, puedes soñar el territorio, puedes escucharlo como un susurro, puedes sentirlo en el cuerpo, puedes estar viviendo experiencias umbrales para tu vida gracias o inspiradas en el territorio. Se conciente de que este proceso maravilloso, es sin duda una forma de reciprocidad con la tierra.
Craig Chalquist, ecopsicólogo que ha trabajado en el desarrollo de prácticas y terapias que fomentan la conexión entre los seres humanos y la naturaleza, ha centrado su trabajo en la importancia de la conexión entre las personas y los territorios para fomentar la salud mental y emocional.
La Terrapsicología, rama de la ecopsicología creada por Chalquist, se enfoca en el estudio de la relación entre los seres humanos y la Tierra, y cómo esta relación afecta a nuestra vida. La Terrapsicología reconoce que los seres humanos somos parte de la naturaleza y que nuestra psique está íntimamente ligada a los territorios en los que habitamos. De esta forma, se considera que la calidad de vida de las personas depende en gran medida de la calidad de la relación que tengamos con el entorno natural.[2]
La Terrapsicología también sostiene que nuestra relación con los territorios es recíproca y que nuestras acciones afectan de muchas maneras al genius Loci, o al alma de este lugar y, por lo tanto, a nuestra propia salud y existencia. Por ello, se promueve una relación más consciente profunda y armoniosa entre los seres humanos y los territorios.
En esta misma línea autores como Glenn Albrecht[3], reconoce la importancia de las emociones en la relación entre los seres humanos y la tierra. La Soliphilia, por ejemplo, se refiere al amor, la afinidad y el afecto que los humanos pueden sentir por los lugares en los que habitamos. Es una emoción que se nutre de la conexión emocional profunda que las personas tenemos con nuestro entorno y que nos permite valorar y cuidar de manera genuina y respetuosa de nuestro lugar. Por otro lado, la Solastalgia es una emoción opuesta que surge cuando las personas experimentamos un dolor emocional profundo debido a la degradación o pérdida del lugar en el que habitamos. Esta emoción puede manifestarse debido a situaciones como el cambio climático, la contaminación ambiental, la guerra o la explotación de recursos naturales.
Y aún más lejano de la soliphilia, Albrecht, utiliza la palabra Terracidio, para referirse a la pérdida de amor, afinidad y conexión emocional con la tierra. Se trata de una emoción negativa que surge cuando se experimenta la degradación y la destrucción del entorno natural en el que se habita. Es la sensación de dolor, tristeza y desconexión que surge cuando se pierde la capacidad de amar y sentir afecto por el lugar en el que se vive, cuando se percibe la tierra como un objeto de explotación y no como un ser vivo con el que se establece una relación simbiótica.
El Terracidio, por tanto, representa una forma de alienación y desconexión emocional con la tierra que puede llevar a un deterioro de la salud mental y física de las personas. Es una emoción que se relaciona con la pérdida de la capacidad de sentir pertenencia e identidad con el lugar en el que se vive. En este sentido, el Terracidio es un fenómeno preocupante que puede tener consecuencias graves para la salud individual y colectiva, y para la supervivencia del planeta en su conjunto.
En este contexto, el Simbioceno acuñado por el mismo Albrecht se presenta un modelo de sanación y evolución adecuado en la relación entre los seres humanos y la tierra. Esta noción se refiere a la necesidad de establecer relaciones simbióticas en lugar de relaciones de explotación o dominio. Es decir, que los seres humanos deben buscar una relación simbiótica con la tierra, donde se nutre la vitalidad de los ecosistemas en los que vivimos. En este sentido, el Simbioceno representa una forma de evolución necesaria para la supervivencia de la humanidad y del planeta.
Esta simbiosis se extiende más allá de las necesidades físicas de los seres humanos y del mismo ecosistema. Los territorios también tienen un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional. La naturaleza y los territorios en los que habitamos pueden proporcionarnos un sentido de conexión, pertenencia y calma, y pueden ser una fuente de inspiración y creatividad. Por otro lado, la degradación y destrucción de los territorios pueden ser causa de enfermedades físicas y mentales importantes, depresión, falta de sentido de vida, ecoansiedad, entre otras.
Establecer una relación simbiótica entre los humanos y la tierra implica la implementación de prácticas regenerativas en todos las áreas de nuestra vida y nuestra economía, la promoción de la sensibilización y la conciencia de ser naturaleza, y la creación de estilos de vidas sencillos y de profunda conexión con los ciclos y ritmos de la naturaleza.
No esperemos más, construyamos relaciones de simbiosis entre nuestras familias humanas y las comunidades más que humanas que habitan nuestros territorios, escuchemos sus necesidades y su amor, observemos y aprendamos de cómo fluye la vida y relacionémonos desde el agradecimiento y el amor con todo lo vivo.
[1] Hillman, J. (1992). The Thought of the Heart and the Soul of the World. Spring Publications.
[2] Chalquist, C. (2007). Terrapsychology: Reengaging the Soul of Place. Spring Journal Books.
[3] Albrecht, G. (2019). Earth Emotions: New Words for a New World. Cornell University Press.
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ARTÍCULO ESCRITO POR MARIAN RIOS:
Psicóloga. Magister en Antropopología Social. Psicoterapeuta Transpersonal Integral y Profesora de Danza Primal por la Escuela de Psicología Transpersonal Integral de Argentina – EPTI.
Ecopsicóloga. Representante IES para Colombia.